DE LOS NOMBRES DE MARÍA
2025-03-21T10:33
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DE MIGUEL ÁNGEL CARCELÉN GANDÍA, CON BASE EN LOS TÉRMINOS Y
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CEDRO certifica que el 21 de marzo de 2025 a las 10:33, obraba en poder de
Miguel Ángel Carcelén Gandía el archivo denominado DE LOS NOMBRES DE
MARÍA.docx.
TÍTULO DECLARADO POR EL INTERESADO:
De los nombres de María
AUTOR/ES DECLARADO/S POR EL INTERESADO:
Carcelén Gandía, Miguel Ángel
REGISTRO
N.º de registro: oGy7yr4I-2025-03-21T10:33:58.502
Huella digital del archivo:
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DE LOS
NOMBRES
DE MARÍA.
(Sonetos marianos
y una décima estrambote).
EN EL NOMBRE DEL PADRE…
En tanto que de mimos y dulzura
requiebra desde antaño el Creador
al alma que, sedienta de su amor,
impetra refrigerio en su andadura,
María, desbordada en donosura,
se trueca en suave soplo mediador
que aúna a criatura y Redentor
en beso de divina envergadura.
Bien puede la sin par Inmaculada
saber de nuestro anhelo más profundo:
aupar al Infinito nuestra nada.
Quien fue con gratuidad y afán fecundo
del roce del pecado preservada
se aviene a epilogar de Cielo el mundo.
DEL HIJO…
En tu vientre se gesta un nuevo Cielo
mecido por tu sí y por tu entrega,
forjado para ser Alfa y Omega
se ampara en la ternura de tu celo.
Y al tiempo, tu cuerpo hecho desvelo
de gozo y esperanza ante el que llega
se apresta a ser la hermosa y fértil vega
que torne el llanto en paz, en calma el duelo.
Sea ésta mi misión, y tú mi guía;
concédeme constancia, Madre mía,
pues vano es el intento sin tu luz.
Y siempre que me falte valentía
recuérdame tu aliento en la agonía,
recuérdame tu estampa ante la cruz.
Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Doncella nazarena, dulce espejo
donde el Padre se mira y se recrea,
sutil en su virtud, muy tierna oblea
que asume del Espíritu el reflejo.
Y siendo dócil sierva en su tarea
gustando del Paráclito el consejo,
lo ofrenda al que lo implora, cual bosquejo
de la Ciencia que en Dios tiene albacea.
El ángel del Señor se hizo presente,
y el fiat que inició la maravilla
cubrióse del favor munificente
del soplo trinitario de repente.
La impronta del Espíritu es semilla
que halló en su corazón buen recipiente.
MADRE ADMIRABLE.
Mocoso Niño Dios llora en su cuna,
María le nanea una canción,
y el bueno de José, con mucha unción,
enciende en el portal algo de luna.
No quepa en esta noche pena alguna,
que al mundo descendió la Salvación,
nacida de mujer, cuya misión
consiste en compartir tan gran fortuna.
¡Qué dicha entre los coros celestiales!,
¡qué gracia inenarrable hay en Belén!
El diablo se salió de sus cabales
al ver la gratuidad de tanto bien.
María, entre arrullos maternales,
no cesa de bisbisear “amén”.
TRONO DE LA SABIDURÍA.
Dios te salve, María, gracia plena,
las mieses se han ornado de amarillo
por mejor competir con todo el brillo
que derrama, gentil, tu faz serena.
El Señor es contigo, y esa vena
de madre enamorada, cual tomillo,
difunde su fragancia en el sencillo
universo que tu presencia llena.
Bendito el fruto de tan tierno ser,
Maravilla tal que por padecer
execrable muerte en romana cruz
estrenó con sangre el amanecer
del amor antiguo en que una mujer
confirmó su fe con divina luz.
PUERTA DEL CIELO.
De amores y desvelos tu corona,
de gracia inmarcesible tu virtud,
tu historia, un exceso en plenitud
de la fe con que el Padre te blasona.
No hay título mejor que el de patrona
de todo cuanto apunte a excelsitud,
ni ofrenda que se acerque a la altitud
que te otorga tu empeño de madona.
Santísima María, te rogamos
sentirte como madre con orgullo,
tenerte en los desvelos cotidianos
sabiendo nuestro afán igual al tuyo.
Acúnennos tus siempre dulces manos
y cálmenos tu voz como un arrullo.
MARÍA DEL DULCE NOMBRE.
Para siempre bendecir al peregrino
tenéis la mano presta, mi Señora;
jamás se viera más radiante aurora
que alumbrare mejor en el camino.
El índice apuntando hacia el destino
que aguarda a quien a Vos tanto os implora,
si trátase de gracia no hay demora
en presentirla en gesto asaz divino.
Si acaso no bastare el remolino
que Amor crea en su mano dadivosa,
contémplese el mirar y cuán hermosa
es la llama que incendia iris tan fino.
Inútil sentenciar poesía o prosa...,
¡no cabe igual beldad en una glosa!
VIRGEN FIEL.
Ha llegado el tormento a su apogeo,
pesa tanto el dolor, la pena cruda,
como no disponer de más ayuda
que los hombros del dócil Cireneo.
Más tarde vendrá el rito del sorteo;
la túnica inconsútil que no anuda
el cuerpo de tu Hijo, llaga muda,
despierta en tus entrañas un deseo:
“Que el cáliz de esta carne, que es la mía,
se vierta por entero sobre mí”.
Como madre haces tuya su agonía,
¡duele tanto asistir a un Hijo así!
Mas tu amor no conoce rebeldía:
tu lealtad no acabó en Getsemaní.
MADRE DEL SALVADOR.
María es de Jesús, y Dios de ella.
La madre por amores se anonada
buscando vaciarse hasta la nada;
pretende que en su mente no haya huella
del mundo que soñó siendo doncella;
desea -tiene al alma de aliada-
sentirse por Jesús inhabitada.
Los pliegues de su ser sufren querella
si Dios no es el que en ellos se entrevera.
Y tal es su vehemencia en este empeño
que vive para Él, en dulce espera
del fin de sus jornadas, débil sueño
al lado de la Vida verdadera.
Jesús es de María y Dios su dueño.
VASO ESPIRITUAL.
Cantemos al Amor de los Amores,
caricia sempiterna del Dios vivo
que quiere en el viril estar cautivo,
que ofrece asumir nuestros dolores.
Cantemos con María, norte y guía,
¡qué mejor y más grata compañía!
Viático de entregas y de amores,
jamás se viera tanto cielo expuesto
en prenda de manjar, trigo modesto,
que supo antes de ser digno de honores
besar fatiga y hiel, besar sudores,
de mano encallecida campesina.
Y antes de ser Dios hacerse harina,
filigrana increíble de primores.
Y al tiempo que sustento, medicina,
alivio para espíritus quebrados;
¡Pastor en propiedad de dulces prados
el huésped de comida tan divina!
Cantemos con María, norte y guía,
¡qué mejor y más grata compañía!
El Sol que nos naciera de la Aurora
alumbra en la custodia, y aglutina
en tan sutiles modos, Una y Trina,
Verdad que en corazones también mora.
Amor indubitable que en la hora
de angustias y temores nos consuela,
no queda de su beso otra secuela
que tregua para el alma, sin demora.
Celeste Pan que inmolado otrora
extiende el beneficio de su precio
buscando en el destino sólo aprecio,
sólo fe y devoción en quien le implora.
Cantemos al Amor de los Amores,
caricia sempiterna del Dios vivo
que quiere en el viril estar cautivo
que ofrece asumir nuestros dolores.
Cantemos con María, norte y guía,
¡qué mejor y más grata compañía!
Harina celestial, trigo molido
de oblada colosal e incruenta
que a fuer de trascender lo que aparenta
actualiza el mayor amor vivido.
¡Qué indigna y miserable fue la afrenta
que sufrió el Mejor de los Nacidos!
¡Cuán dura la traición, el beso y venta
de quien vino a animar a los vencidos!
Mas no por ser ruin estuvo exenta
de génesis de gracia desbordada:
Dios quiere que su carne anonadada
de bienes beatíficos sea renta.
“¿Quién vio en tanta estrechez gloria tan llena?”,
¿Quién pudo imaginar que en uva rota
cupiera de tal modo Bondad plena?
¿Quién puede descifrar Verdad ignota
sin caer extasiado ante el Misterio?
Si por mor de indebida gracia tanta
se sume al Redentor en sacro vaso
destella a la sazón el dulce ocaso
del Amor infinito en la garganta.
No es sólo el corazón lo que levanta
la sangre del Cordero Inmaculado,
se enciende fe y pasión, amor forjado
al fuego de bebida sacrosanta.
Cantemos al Amor de los Amores,
caricia sempiterna del Dios vivo
que quiere en el viril estar cautivo
que ofrece asumir nuestros dolores.
Cantemos con María, norte y guía,
¡qué mejor y más grata compañía!
No pudo más pecado que el amar,
la muerte, amenazada, va en huida
y siente que su saña es malherida
cuando Cristo refulge en el altar.
Pasión y triunfo inmenso de la Cruz
fraguado en cada anámnesis de Vida,
el Verbo hecho alimento nos convida
a vestirnos del brillo de su Luz.
REFUGIO DE LOS PECADORES.
Madre en vigilia no suspira en vano,
fértil desierto tu fe no mancilla,
se obra en tu pecho la gran maravilla:
cubres al débil de amor soberano.
Tu amor casi divino -mas humano-,
es germen de perdón, es su semilla,
y así de esta manera tan sencilla
no dejas pecadores de tu mano.
Refugio de palabra iluminada,
de vida donde surge siempre Vida,
de oasis de la culpa derrotada.
Sin mácula, Señora que al socaire
de Dios, y de Jesús, sanó la herida
del mundo desangrándose en el aire.
REINA DE LA PAZ.
Varando el sentimiento en pena y gozo
te acogías al cauce de tu Amado,
río fértil de cántico preciado
que no agota su eco ni su pozo.
Tu mente recorría trozo a trozo
geografías del alma en otro estado,
tu espíritu total enamorado
sufría por no hacer sino un esbozo
de aquello que colmaba todo anhelo.
El genio deja paso al corazón
y cae en ese instante más de un velo.
Acaso sea ésa la razón
de tu entrega sabiéndonos a cielo…
Dios era el hacedor, a la sazón.
VIRGEN AMANTÍSIMA.
En éxtasis, cautiva de sendero,
se siente lo infinito del amor;
no te habita en el pecho más dolor
que saber que ese soplo es pasajero.
“Que todo mi morir es que no muero”,
proclama en ese estado de sopor
en que el alma se aferra a su Señor,
tu rezo más hondo y más sincero.
Atrás quedó la noche tan oscura
vacía de respuesta y de sentido,
tan sólo quien tocó tan baja altura
encuentra algún alivio en el olvido.
De amores como el tuyo nadie cura
a menos que se atrape a quien te ha herido.
ROSA MÍSTICA.
Se acomoda en tu pecho tanta entrega,
tanta Vida y amor en tu regazo,
tanta gracia de tan divino trazo
que implorarla cualquier alma sosiega.
Rosa mística, brisa cristianega,
avance de lo eterno, cual retazo
de afecto incontenible, de flechazo
que al alma más perdida rinde y pliega.
Bendito fruto del celeste huerto
cuidado por la mano del Creador,
Quien supo descubrir la mejor flor
fraguando aroma de lo antes yerto.
Rosa mística, madre del Señor,
el mal vencido, el cielo, abierto.
TORRE DE DAVID.
Torre fiel de la estirpe de David,
muro incólume y freno contra el mal,
guarda sacra, blasón siempre triunfal,
debelando a Satán en buena lid.
No hace bueno el dicho quo pro quid,
pues a cambio de amparo radical
nada pide su instinto maternal
sin dejar de en amor ser adalid.
Tu firmeza en la fe nos acongoja,
la belleza moral que en ti se aloja
nos anima ante el mal a los cristianos.
Fundamento del bien y de pureza,
agarra fuertemente a quien te reza,
acúnanos cual Madre entre tus manos.
CASA DE ORO.
Fiel mujer de pureza inmaculada,
del sentir del Señor sagrado anhelo,
nazarena exquisita, puerta al Cielo,
del pecar fuiste antaño preservada.
Esa pena que agosta tu mirada,
-agridulce el vivir, mas sin consuelo-,
no consigue empañar el dócil celo
con que cuidas al alma desolada.
Casa de oro, Señora del calvario,
déjanos compartir tu itinerario,
hacernos de tus pasos centinela,
y besar con pasión tu sacra estela.
Mi pecho tornaráse relicario
de tu llanto, mujer, por más que duela.
ARCA DE LA ALIANZA.
Tu cuerpo se hizo Arca de la Alianza,
tu vida, un rosario mediador
entre el cieno del pobre pecador
y el deseo de Aquél que todo alcanza.
No dejes que en mi fe haya mudanza,
que me aleje de Cristo Redentor,
que ensucie mi historial el deshonor
de una vida de duda y malandanza.
De tanta perfección que hay en tu seno
mi espíritu se achica y anonada,
lo espléndido es que nada me es ajeno
y siento que la gracia acumulada
en ti y en tu actitud, gesto sereno,
impregna mi existencia enamorada.
CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS.
Amante Madre, a quien Dios no en vano
colmara con cariño generoso,
yo te envidio el honor de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.
Dolor, que en la cruz te afligió tirano,
hoy huye de tu entorno, pesaroso;
liberada por fin de tal acoso
tu triunfo hacia la Luz te lleva ufano.
Al terne mal dejaste sin resuello;
y andando entre peligros, valerosa,
la Aurora te premió con su destello.
Sólo tú, Madre mía, paz dichosa,
convertiste el dolor en algo bello
(la espina no es espina sin su rosa).
SALUD DE LOS ENFERMOS.
Sagrada mediadora y dulce Esposa,
confidente, suprema luz del cielo,
sendero maternal, recio consuelo,
amada en plenitud asaz graciosa.
Fuente límpida, fresca y nemorosa,
rica gema pulida, fuego en hielo,
eterno amor, constante y sacro celo,
dechado de virtud esplendorosa:
prueba de amor y donación debida,
alumbraste a Jesús, divino y hombre,
prodigio irrepetible redentor.
Madre de Dios y madre de la vida,
¡qué grandeza se muestra en tal renombre!:
madre nuestra, y también del Salvador.
ESPEJO DE JUSTICIA.
El hoy, que antes era noche oscura,
por ti, María, vuelve a ser más puro;
mañana, que antes era mal oscuro,
vuelve a ser haz de luz, creyente y pura.
Mi anhelo, que antes era falta impura,
vuelve a ser gozo menos inseguro;
mi dicha, que antes era triunfo impuro,
vuelve a ser gloria menos insegura
desde que tú, María, sin reproche,
le diste luz a mi cautiva noche;
desde que toda fe de mí destierra
tu amor inmenso que mi mal entierra.
Espejo de bondades, de justicia,
do nunca se refleja mi inmundicia.
PUERTA DEL CIELO.
Dime, Madre de amor, pues eres justa,
¿por qué por tu divina providencia
se transforma el pecado en inocencia,
mediando ante el Señor tu mano augusta?
¿Qué virtud otorgó a tu fe robusta
-no hubo nunca ante el Padre resistencia-,
aceptando con suma reverencia,
sonriendo tu faz, noble y venusta,
ante el reto propuesto por Gabriel?
El ángel, conmovido, fue y te dijo:
“El Señor te ha elegido para Él”.
No cabías en ti de regocijo
al decir que serías siempre fiel.
Y en tu vientre al Señor diste cobijo.
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA.
Ten piedad, María, de mi presente
pues la hiel y el pecado ya es pasado,
y ya que mi vivir me lo has trocado,
haz de mí, de mi ser algo decente.
Siento que tu luz me ha transformado,
desterrando mi genio displicente;
devoto de tu amor, constantemente,
la culpa y el reato me has limpiado.
Pues me sabes de ti enamorado
con entero y cabal recogimiento,
Señora, madre fiel, siempre a mi lado.
Cada día estará mi pensamiento
en saber de tus glorias ocupado,
y en tu ser encontrar alojamiento.
ESTRELLA DE LA MAÑANA
Cuando ante ti me postro de rodillas
agradezco el favor que nos hiciste:
mi espíritu vagaba un algo triste
más halló el fulgor con que tú brillas.
Medito tus sublimes maravillas,
disfruto con las cosas que dijiste...
¡Cómo el hombre es tan terco que resiste
tu llamada a olvidar vanas rencillas!
Desbarato mi ser, hundo mi ego,
y alcanzo junto a ti todo sosiego
gozando de la paz que me rodea.
Estrella matutina, tú, mi aliento,
mi génesis y omega, mi sustento,
mi vida espiritual, mi panacea.
MADRE INMACULADA.
Gracia plena para aquélla
que ha hermanado tierra y cielo.
Por divino y tierno celo
el pecado no hizo mella
en quien dio luz al Amor.
En tan sencilla doncella
Dios despliega su esplendor:
fe y entrega en armonía.
¡Feliz por siempre, María,
madre fiel del Redentor!