LO DE LA POLICÍA
Ser profeta a toro pasado es de lo más fácil. Así que si digo que tantos casos de corrupción policial como están aflorando (y los muchos que no trascienden a los medios de comunicación) son la crónica de un desastre anunciado me cubro de gloria. Ya lo podría haber avisado hace dos años, podéis decir. Y tenéis razón. Pero en mi descargo digo que este tema es motivo habitual de conversación entre amigos y algunos compañeros de trabajo desde hace mucho tiempo, exactamente desde que el número de plazas ofertadas en las oposiciones de la Policía Nacional y de la Municipal (de las autonómicas no sé) se elevó de manera extraordinaria. La gente puede pensar que cuantos más policías haya, mucho mejor, más seguridad. Y el razonamiento sería correcto si el proceso selectivo se cuidase con el mismo mimo que se hacía antes de este boom de policías. Quiero decir que no es lo mismo seleccionar doscientos futuros policías válidos de entre quince mil aspirantes que hacer lo propio con mil candidatos de entre seis mil contando con los mismos medios. Y tampoco es lo mismo ocuparse de la formación anual de doscientos que de mil, ni supervisar su período de prácticas. No es ningún secreto que útimamente, por estas circunstancias de las que hablo, las de la necesidad urgente de llenar las calles de policía, se ha abierto el período de barra libre. Y lo afirma alguien que ha participado en las entrevistas psicológicas para evaluar la idoneidad del opositor al puesto de policía: "Como no hay mucho donde escoger el listón se baja hasta límites peligrosos". Tengo un amigo que hace muchos años opositó a Policía Nacional. En la prueba de conocimientos sacó el número tres de toda España, en las pruebas físicas no bajó del puesto décimo, pero en la entrevista psicológica lo tumbaron. Aunque es amigo mío lo considero una persona muy normal. El año pasado aprobó esta entrevista un muchacho que desde los catorce años visita regularmente al psiquiatra (lo descubrieron después) y ha tenido varias crisis violentas. Tengo muy buenos amigos policías, con años de antigüedad, alguno inspector, que se echan a temblar cuando llega gente de las nuevas promociones. Y lo dicen abiertamente, que prefieren tres policíás más, pero normales, que no diez de entre los cuales la mayoría ha aterrizado en la comisaría como podía haber aterrizado en el almacén de Mercadona. Para llevar un arma de fuego y garantizar la seguridad y el orden hay que tener un mínimo de sentido común y dedicación, dejando aparte otros valores que, hoy en día, y no lo digo yo, insisto, están desapareciendo a pasos agigantados en ese cuerpo. Y el pronóstico no tiene visos de cambiar.
6 comentarios
Robert -
Rosa María -
Ahora, si los nuevos que están entrando no cubren las mínimas cualidades que se requieren, es otra cuestión bien distinta. Sé de buena tinta que aprobando las dos primeras pruebas, y si tienes un padrino, te bautizan en la entrevista.
Sebastián -
Einstein -
Por una vez en la vida estoy de acuerdo contigo, Carcelén.
Zamora -
Sandra -