LA AYUDA QUE MATA
Su autora, Dambisa Moyo, rechaza las críticas a Occidente de personajes tan mediáticos como Bono, el cantante de U2, o Bob Geldof, que se han caracterizado por pedir ayudas directas al continente africano para que pueda salir de la pobreza extrema en la que está inmerso.
La tesis principal del libro es que la ayuda de los países occidentales está matando a África. Una vez superado el rechazo inmediato que genera este argumento en nuestras mentes inundadas por el pensamiento progresista políticamente correcto la economista africana justifica su enfoque con sólidos argumentos.
Moyo aboga por detener las ayudas económicas a los países africanos, excepto en caso de calamidades o catástrofes puntuales (como sucede cuando hay un terremoto o una sequía en el primer mundo), dejando que el continente construya una economía propia en el curso de los próximos cinco años.
El principal argumento de la economista para abolir la actual estructura de ayudas es que la mayoría de gobernantes africanos siguen en sus puestos porque el dinero sigue llegando desde Occidente.
Los responsable políticos (en su mayoría tiranos o dictadores disfrazados de demócratas) no están obligados a mantener y mejorar las infraestructuras de sus países respectivos, porque se da por hecho que no tienen capacidad para ello.
De esta forma los dirigentes africanos no tienen responsabilidad alguna de lo que pasa y pueden seguir empleando el dinero en lo que les parezca oportuno, siempre ligando el gasto a su beneficio personal.
En cuanto a los habitantes, sólo pueden sobrevivir gracias a la caridad, no aportan nada a las economías de los países y carecen de la mentalidad adecuada para exigir a sus gobernantes que cumplan con sus deberes.
La ayuda hace más pobres a los pobres
Dambisa Moyo dice que 50.000 millones de dólares de ayuda internacional llegan a África cada año y todavía se ve la evidencia abrumadora que demuestra que esta ayuda ha hecho más pobres a los pobres. Además, el crecimiento es muy lento y deja a los países Africanos más endeudados, más propensos a la inflación, más vulnerables a los cambiantes mercados financieros, y son poco atractivos para recibir inversión extranjera.
Por ello, crece el riesgo de conflictos civiles y disturbios. Moyo dice que la ayuda es un desastre absoluto, tanto en lo político, económico y humanitario, por lo que debería terminar e introducir alternativas. Así de taxativa se ha mostrado en un reciente artículo en el diario norteamericano Wall Street Journal.
Las repercusiones de su tesis no se han hecho esperar y algunos medios se centran más en su oposición a la estrella de rock Bono que en su análisis económico. “¿Qué piensa sobre Bono?”, preguntan a Moyo en el New York Times. “Realizaré un comentario general sobre esta dependencia total de los famosos. Cuestiono esta situación tal y como está ahora porque ellos se han convertido, involuntariamente o con intención manipuladora, en los portavoces del continente africano”, responde la economista.
Los gobernantes, corruptos, sólo tienen como tarea “cortejar” a Occidente
En la agencia económica Bloomberg, en entrevista televisiva, también la presentaban como “La anti-bono”. Y en parte es cierto, ya que ella no tiene aviones privados alimentados por la enorme fortuna de la que dispone el líder de U2.
Ella contesta con datos: “durante los últimos 60 años, se han transferido desde los países ricos a África miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo. Sin embargo, la renta per cápita hoy es menor de lo que lo era en los años 70, y más del 50% de la población (350 millones de personas) vive con menos de un dólar diario, una cifra que casi se ha doblado en dos décadas”.
Nacida y criada en Zambia, y con una carrera profesional que la llevó a trabajar durante una década en el Banco Mundial y en Goldman Sachs, la economista realiza en su libro un estremecedor recorrido por los países del África negra y su principal enfermedad: los dirigentes corruptos que “lo único que tienen que hacer para permanecer en el poder es cortejar y ofrecer sus servicios a los donantes extranjeros”.
Sudáfrica: el futuro presidente en los tribunales por violación y corrupción
Un claro ejemplo de este tipo de gobernantes se da en Sudáfrica. El nuevo líder del Congreso Nacional Africano y futuro presidente Jacob Zuma, de 65 años, ha sido absuelto de un cargo de violación, pero debe volver a los tribunales acusado de corrupción.
La catadura moral de Zuma no deja lugar a dudas. Pidió disculpas por tener relaciones sexuales sin preservativo con una mujer seropositiva, después de afirmar, bajo interrogatorio, que había tomado precauciones higiénicas, duchándose tras el coito. Eso es un grave error, aunque Zuma afirma que no se refería a la prevención del sida.
El virus destruye la estructura civil de Sudáfrica, el país del mundo con más número de seropositivos. El ministro de Sanidad, Manto Tshabalala-Msimang, propugna como antídoto contra el sida una dieta de ajo, remolacha y aceite de oliva. La ducha de Zuma se percibe también como mortífera. En estas manos está Sudáfrica.
Pero volviendo a Dambisa Moyo, hasta el victimismo de algunos colectivos africanos es denunciado en su obra: “mírelo de esta forma”, afirma la autora. “China tiene una población de 1.300 millones de personas y sólo 300 millones viven como nosotros", con estándares occidentales de vida. "Hay 1.000 millones de chinos que viven en condiciones por debajo de ese estándar. ¿Conoce usted a alguien que esté preocupado por China? A nadie”.
La crisis financiera internacional puede “curar la ceguera” en África
“Hace cuarenta años, China era más pobre que muchos países africanos. Sí, hoy tienen dinero, pero ¿de dónde ha venido el dinero? Ellos han construido (ese desarrollo), han trabajado muy duro para crear una situación en la que no dependen de la ayuda humanitaria”, añade Moyo. Y para quienes la califiquen de tremendista, Moyo abre una puerta a la esperanza de África en medio de la crisis financiera internacional en un artículo publicado por el rotativo británico The Independent:
“La cura a la ceguera que provoca la ayuda humanitaria a África se encuentra precisamente en la crisis del crédito. Estos tiempos de oscuridad económica suponen una oportunidad para que África demuestre que finalmente puede contribuir de forma significativa a la economía mundial, en lugar de claudicar y ser vista como una carga para ella de forma indefinida", señala Moyo.
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