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Rincón de Ailene y Miguel Án

LA PEPI DE TOBARRA

Hay mujeres a las que habría que hacer un monumento. Mujeres cuyo nombre siempre comienza por "la". Un monumento, ya digo; un monumento con cargo a las arcas del Estado, como mínimo. Porque cuando una mujer aguanta carros y carretas, carretillas y camiones y nunca pierde la sonrisa, el mundo se recarga de energía. Hay personas a las que se les rompe una uña y enseguida piensan en el suicidio como única solución posible para semejante desastre. Hay otras, sin embargo, a las que se les rompe (o le rompen) el alma una y mil veces y jamás, jamás tiran la toalla, sino que en cuanto consiguen recomponerla, trocito a trocito, con paciencia, con lágrimas disimuladas o a base de sonrisas que saben esperar contra toda esperanza, exhiben tan tremendos deseos de prepararse mejor para la siguiente embestida que les deparará la vida, que uno no puede por menos que avergonzarse de las veces que se queja por idioteces. Hay muchas de ellas, menos mal, pero ya nos hemos acostumbrado a no verlas o a no valorar su definitiva importancia. Son como el aire, sólo somos conscientes de que lo necesitamos por encima de todo cuando nos falta.Y entonces ya es tarde. Son como las luciérnagas, que a menos que haya una oscuridad total, no se muestran; y es entonces cuando el que está sumido en esas tinieblas se da cuenta de la mucha luz que irradian. Son como el sándalo de Tagore, que cuanto más se las golpea, mejor aroma desprenden. Son mágicas, porque son los únicos seres capaces de dar lo que, a veces, no tienen: alegría. Son como Dios, porque no estando reconocidas en sitio alguno (o en muy pocos fuera de su círculo más cercano), tienen el don de la ubicuidad: pueden estar al mismo tiempo preparando la comida, asistiendo a un enfermo, hablando con ángeles, recosiendo el pijama del nieto, pintándose los labios, suturándose el corazón, haciendo cuentas para llegar a fin de mes... Son como monumentos -los que se merecen- porque un monumento es una obra pública y patente puesta en memoria de una acción heroica u otra cosa singular. El ochenta por ciento de las acciones de estas mujeres son acciones heroicas.

Yo tengo la suerte de conocer a varias de estas mujeres. A la Pepi (en mi casa siempre es la Pepi, nunca Pepi) me la presentó su tía allá por el año mil novecientos noventa y cuatro (su tía era otra de estas mujeres), y desde entonces he tenido la oportunidad de admirarla. A veces pasan años sin que nos veamos o hablemos, pero cuando, al fin, lo hacemos, tenemos la sensación -al menos así me ocurre- de estar protagonizando el "Dicebamus hesterna die" de Fray Luis de León. Como no es mujer ella a la que guste que aireen sus virtudes me limito a reseñar su nombre y a agradecerle su forma de ser, la que contribuye a que confiar en la bondad del género humano resulte, con dificultades, pero resulte, todavía posible.

Sé que el ayuntamiento no le levantará un monumento, seguro que la diputación y la junta tampoco, así que como pobre reconocimiento a lo mucho que hace ella le prometo dedicarle el siguiente cuento que me publiquen, pero el siguiente cuento bonito, nada de crímenes ni atrocidades. Un cuento que sin ser de las mil y una noches irá arropado por mil besos orientales de Ailene.

4 comentarios

Miguel Ángel -

Saludos para todos, especialmente para Antonio, quien se ha librado de salir retratado en el escrito como uno de los motivos -tal vez el mayor- por los que la Pepi se ha ganado el cielo. Lo del encuentro de lectura será cuando se me suministre la información que me fue prometida acerca de un encuentro nocturno y alevósico en la calle Tejares para documentar una próxima novela más negra que la pez. Lo dicho, besos.
Y para Emilieta, ¿es cierto lo que me han dicho sobre ti?, ¿que gracias al Taichi ya no andas, sino que te corres el Parque Lineal de cabo a rabo levitando?

Antonio Junior -

Uf, menos mal que no sólo era yo el que me daba cuenta de que mi yaya no es como las demás!.
Su reino no es de este mundo, y es por eso que sus milagros se cuentan a pares (al minuto).

Doy buena fe de ello, que a mis 15 meses he pasado bastantes mañanas con ella vigilándola sin que se entere (piensa que me está cuidando, pero en realidad el que la cuida soy yo, para que nunca pierda la sonrisa).

PD: Dice mi mamá que te manda un súper abrazo, aunque le has hecho soltar alguna lagrimilla.

GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE AHÍ.

ANTONIO, yerno de la protagonista -

Buena manera de ganarse unas toñas ( por parte de la madre ), y unos cuantos manjares de matanza ( por parte de la hija )... Ya se sabe, en tiempos de crisis todo vale.
Ya hablaremos, para que vengas a por tus regalos y nos deleites con un encuentro de lectura.

Emilieta -

Ha sido un auténtico placer leer el artículo. Cuando se cuenta con tú amistad, sobran todos los reconocimientos.
Un besote para Ailine, ya casi van cambiando mis rasgos manchegos, lo del Taichi, serena el alma y embellece el rostro.

Emilieta