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Rincón de Ailene y Miguel Án

SÁBADO

Hoy es sábado. Salgo de trabajar de noche y la jornada laboral no ha sido muy gratificante, de modo que para que Ailene y Pilar no sufran mi previsible mal talante, me pongo los cascos y enchufo la aspiradora. Cuando termino, como veo que sigo un poco destemplado cojo la lista de la compra y me voy al súper. Al Maxi Día, para más señas. Llevo mi bolsa de tela, una muy fuerte, por aquello de que hay que ser ecológico y huir de las bolsas de plástico, prohibidas en varios países por la cantidad de contaminación que producen y energía que consumen. Entro en el supermercado y me dice una empleada que no puedo hacer la compra con esa bolsa, que para eso están los carritos y las cestas, que es la política de la empresa. Yo le digo que no he visto en ningún sitio que prohíban la entrada de bolsas de tela. Es la política de la empresa. La chica dice que me da la razón, que no lo ve lógico, pero es la política de la empresa. Hago caso omiso, claro, y continúo con mi bolsa de lona comprando dos mallas de judías verdes (por cierto, casi el doble de caras en el Día que en el Lidl, 1,72 euros contra 0,58 euros), zanahorias, yogures Día (algo más baratos que en el Lidl y sensiblemente mejores que los de la marca Hacendado) y me vuelvo a tropezar con la chica. Política de la empresa. Ya lo sé. Me dice que me entiende pero que le van a llamar la atención a ella si no la ven dándome la paliza con el tema de la bolsa. Así que le digo que me llevo mi propia bolsa por varios motivos. Primero, por ecología. Segundo, porque el Día no destaca precisamente por la limpieza de sus instalaciones, toda vez que en una ocasión eché mano de un carrito rojo de la compra y me pringué la mano de algo que parecía yogur y que sigo sin saber y sin querer saber qué era. Tercero, que el Día hace muy bien en cobrar tres céntimos por sus bolsas, porque eso disuade a mucha gente de cargar con ellas como si fueran caramelos aunque no las necesiten, pero que ya que las cobran deberían ofrecerlas sin publicidad de la empresa, porque al cliente nadie lo recompensa por pasear el nombre del supermercado por la calle. Cuarto, por ver si cunde el ejemplo y la gente al ver que cada vez somos más los que llevamos nuestras bolsas a la compra se anima a hacer lo mismo, como se ha hecho toda la vida de Dios hasta hace unos años. Es la política de la empresa, insiste. Y pienso que la pobre, que trabaja más horas que un reloj y cobra un sueldo que asquearía a un mileurista, teniendo que acercarse al supermercado incluso algún domingo que otro para comprobar las cámaras frigoríficias, con unas condiciones laborales, en suma, leoninas, demasiado me está aguantando el rollo. Pongo la mejor de mis caras, que hoy no es muy esperanzadora, y le digo que no se preocupe, que si en la caja veo a alguna encargada le diré que me ha llamado la atención y le echaré la charla edificante a ella. Me mira raro. Demás hace la pobre, porque yo ahora me voy a mi casa y a ella le quedan muchas horas de reponer, aguantar al público, a su encargada y al sursum corda. En la caja no veo a nadie. La cobradora me dice que la tarjeta ahorro que llevo no se corresponde con los cupones descuento, de manera que dejo de ahorrarme 18 céntimos en una compra de 11,42 euros. Menos mal que me encuentro una moneda de dos euros en el suelo, y eso endereza un poco el día. Llego a casa, y como todavía me noto desacompasado cojo las bolsas de plástico, las de papel y el vidrio y me voy a los contenedores de reciclaje. Pilar me dice que ya se ocupa ella, que tiene que salir con el coche y no le cuesta nada, pero prefiero caminar un poco y así no me enfado con Ailene, que está viendo La Bella Durmiente en lugar de memorizar la lista de verbos irregulares ingleses y repasar las medidas propuestas por el Gobierno y la oposición para hacer frente a la crisis. Como siga así de gandula tendremos que internarla en algún colegio privado.

2 comentarios

Mercedes -

Algunas veces me he sentido así, un bicho raro en medio de la corriente. La gente te mira desconfiada si le cedes el puesto en la cola porque tú llevas más compra, si le recomiendas una crema del pelo cuando la ves dudar en la sección de perfumería o cuando eso que dices, cuando le dices a la dependienta de alguna tienda que no quieres bolsa, que te llevas el artículo en la mano. De todas formas no hay que ceder. Hay cosas que claman al cielo como ese cartelito de "Espacio sin humo" "prohibido fumar aquí" que ves en los estancos. O sea, que no puedes entrar en un estanco a comprar un paquete de cigarrillos con un cigarro encendido. ¡Manda huevos! (con perdón).

Galina R. Abrahamovich -

Todo un relato en si mismo. La próxima vez lleva un cigarro sin encender entre los labios para conocer de cerca las reacciones de los de seguridad.
Besos a ambos.