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Rincón de Ailene y Miguel Án

PARA SER FELIZ

Si hubiese nacido manco valoraría mucho más poder abotonarme las camisas sin ayuda de nadie y sin perder varios minutos; consideraría una maravilla poder sentarme ante el ordenador y teclear, o enfrentarme a una guitarra, o un piano, o un clarinete, y arrancarle sonidos bonitos; me sentiría orgulloso de ser capaz de abrir las latas de sardinas en escabeche sin tener que molestar al vecino.

Si hubiese nacido ciego no consideraría las puestas del sol un engorro a la hora de conducir, ni escondería mis ojos con gafas oscuras incluso a las doce de la noche, ni derrocharía mis horas dejándome atontar por la televisión, ni consideraría una nadería que los demás se preocupasen de que no hubiese obras sin señalizar en las calles de la ciudad.

Si hubiese nacido sordo sabría que una simple radio es un universo fabuloso, que conversar incluso sobre trivialidades es infinitamente más gratificante que acertar una quiniela de catorce, que no hay mejor medicina para los males del alma que el verbo agradecido, que la Naturaleza habla en el lenguaje de Dios, que el llanto de los recién nacidos jamás de los jamases puede llegar a irritar.

Si hubiese nacido pobre sabría que girar un grifo y obtener agua limpia es casi magia, que comer de caliente a diario suena a utopía deliciosa, que poder enfermar de cualquier insignificancia sin miedo a morir es un lujo, que no escudriñar a todas horas el horizonte en busca de tormenta es posible, que amar a una mujer de forma gratuita, no por miedo a la soledad, al futuro, al acabamiento, es deseable.

Si hubiese nacido esclavo adoraría cada segundo de mi vida y no dejaría que nada ni nadie matase mi tiempo. Si hubiese nacido esclavo seleccionaría muchísimo más a mis amigos y revisaría mis aficiones.

Si hubiese nacido negro cuidaría al máximo mis expresiones y desterraría muchas de ellas: tener la negra, suerte negra, estar más negro que el futuro, trabajo de negros, buscarse marrones... Si hubiese nacido negro, o marroquí, o sudamericano sabría lo mucho que vale pasear por tu ciudad sin que la mayoría de las personas te miren con curiosidad o recelo.

Si hubiese nacido mujer no estimaría razonable que el embarazo fuese un lastre laboral. Y sabría calibrar en su justa medida el sabor de las lágrimas, el color de palabras como “gracias”, “lo siento”, la forma de las miradas, el sonido del pulso de las gentes a las que se ama.

Si hubiese nacido ateo nadie tendría que convencerme de que no confiar en Dios es una pataleta infantil que se prolonga más allá de la madurez o una falta clamorosa de inteligencia.

Si hubiese nacido enfermo aprendería a amar mi cuerpo y juzgaría pobres de espíritu a los que consumen deseos, energías, futuras frustraciones en gimnasios y clínicas de estética.

Pero como no nací manco, ni ciego, ni sordo, ni pobre, ni esclavo, ni negro, ni mujer, ni ateo ni enfermo me estoy perdiendo la inmensa riqueza que me ofrece la vida. Y sin darme cuenta. Quizás por eso no soy del todo feliz, porque quien más oportunidades tiene de ser feliz es el que menos las aprovecha.

1 comentario

Mercedes -

Hola, Miguel Ángel:
No nos conocemos por poco; fuimos finalistas en un concurso de Toledo al que no pude asistir. Soy Mercedes, alumna del taller de Ramón Alcaraz. Quería felicitarte por tu blog, porque suelo entrar bastante, sobre todo por la niña, que es muy rica. A mí los niños me parecen las criaturas más tiernas del Universo.
Este escrito me ha gustado mucho, te hace reflexionar.
Enhorabuena por tus premios y por tu labor.
Un abrazo,
Mercedes.