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Rincón de Ailene y Miguel Án

¡QUÉ ATREVIDA ES LA IGNORANCIA!

¡QUÉ ATREVIDA ES LA IGNORANCIA!

El sucedido que conté días atrás acerca de un amigo escritor en Televisa correspondía a Ramón Campayo. Tuve la suerte y el placer de poder compartir un día con él y su hermano Jose Manuel semanas atrás, y la cantidad de anécdotas que relató daría para un libro voluminoso. Lo que más pena me dio fue su determinación de marcharse de España. Se va a Alemania a vivir. Y  con razón. Él es el campeón mundial de memoria rápida, tiene ochocientos mil títulos y récords mundiales, todos los libros que ha escrito han sido y son superventas, para asistir a sus cursos presenciales hay listas de espera..., bueno, todo lo que yo os pueda contar lo tenéis en su página web muchísimo más detallado. Pese a su bagaje y a su increíble carta de presentación en España lo tienen, a veces, por monigote de feria. Lo llaman a algunos programas de televisión a hacer de comparsa de famosillos y poco más, mientras que en el extranjero lo tratan como se merece un personaje de tal calibre. En Suiza le han ofrecido casa propia y mil beneficios si traslada su residencia allí. Jamás España ni ningún otro país había contado con alguien de la talla mental  de Ramón Campayo. Es un fuera de serie. Pero, insisto, aquí se le tiene por animal de feria (no todo el mundo, afortunadamente). Bien, pues lo que voy a contar sobre él es una ridiculez que haría enrojecer de vergüenza a la protagonista si la ignorancia no fuese el blasón de su escudo mental. Ramón nació en Ayna, un pueblecito serrano y precioso de Albacete. Por eso llamó al Ayuntamiento de allí para ofrecerse gratuitamente a hacer una exhibición de sus dotes mentales en el colegio del pueblo. Gratuitamente. GRATUITAMENTE. Y la alcaldesa le hizo el mismo caso que yo a los ectoplasmas de los zares del XIX. Se ofreció gratuitamente cuando su minuta suele ser de varios ceros. Y pasaron de él. Si Ramón se hubiese liado con Marujita Díaz, o fuese campeón mundial de voltear pizzas, o  escupiese huesos de aceituna a veinte metros la alcaldesa de Ayna habría perdido el culo porque fuese a hablarle a los niños de la escuela de sus habilidades, pero como su único mérito es el de ser uno de los cocientes intelectuales del mundo, pues nada, que le den por ahí mismo.

Me da pena, pero entiendo que Ramón ya no diga que es de Ayna, sino de Albacete, y dentro de poco ni eso, porque el Ayuntamiento de Albacete también le hace el mismo caso que yo a los susodichos ectoplasmas.

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